La capacidad de percibir el habla es anterior a la capacidad para producir las primeras palabras, ya desde las primeras semanas de vida, los bebés prefieren la voz humana.
Las primeras palabras hacen su aparición a los 12 meses, aunque existe una gran variación ya que hay niños que comienzan a los 24 meses sin que ello signifique nada con respecto al desarrollo posterior.
Entre los 12 y los 18 meses son capaces a producir unas 50 palabras. Dentro de ese repertorio son frecuentes fonemas como p, b, t, m, n, d, b, l, k, a, i, o, e, como mamá, papá, popó, pipí,… Una vez superadas las 50 palabras, hacia los 18 meses y hasta los 4 años, sus producciones se hacen cada vez más complejas hasta el manejo completo de consonantes y vocales a los 4 años.
Después de los 2 años la adquisición de palabras adquiere un ritmo vertiginoso como puede verse en la tabla. Cada vez adquieren conceptos semánticos más complejos. Después de los nombre vienen los adjetivos de uso general (grande-pequeño) para después especializarlo (largo-corto, pesado-ligero, etc)
Aumento del vocabulario producido hasta los 6 años
Fuente: Palacios J; Marchesi, A; Coll,C: “Desarrollo psicológico y educación” . Psicología y Educacióin. Alianza editorial. Madrid.
Fuente: Palacios J; Marchesi, A; Coll,C: “Desarrollo psicológico y educación” . Psicología y Educacióin. Alianza editorial. Madrid.
A partir de los 4 comienzan a aprender a conjugar adecuadamente los verbos como “durmiendo” en lugar del “durmiendo” derivado del “dormir”.
A los 5 o 6 años, el desarrollo de la morfología se hace consciente y reconocen que con un solo cambio de “p” a “g”, un “pato” se transforma en un “gato”. Es fácil ver cómo un niño se ríe ampliamente cuando descubre el juego de palabras que ello supone.
Sin duda el aprendizaje del significado de las palabras tiene lugar en contextos conversacionales con los adultos. Es el adulto el que ha de asociar objetos con sus correspondientes nombres, introducir palabras nuevas relacionadas con lo que ya conozca, inventar y contar cuentos, enseñarle libros y dibujos y hablar sobre ellos así como señalar sus imágenes nombrando lo que se ve en el dibujo. Enseñarle nombres, adjetivos, siempre aprovechando y disfrutando situaciones de juego. Interpretar conceptos espaciales (aquí, allí,…) y cualidades de los objetos (grande, pequeño,..). Corregirle las palabras que no emita adecuadamente, no seguir nosotros llamando “aba” al “agua” sino enseñarle lo correcto. Imitar sonidos, conversaciones, cantar canciones. Enseñarle a saludar, despedirse, respetar el turno del que habla, no interrumpir,…
Cuando nos dirigimos a un niño la entonación ha de ser más marcada, el tono de voz más elevado, frases sencillas, longitud de las frases cortas, empleo de palabras infantiles, más repeticiones, anticipar los deseos comunicativos del niño, dar tiempo a su respuesta, darle la oportunidad de corregir (“¿cómo?”, “¿qué dices?”), Interpretar de un forma más rica sus palabras:
Niño: “Aba”. Madre: “Eso es agua”.
Promover las conversaciones de los niños, y el contacto social frecuente con otros niños. Realizar muchas preguntas al niño.
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